Os dejo una noticia aparecida el
15 de marzo en El País acerca de los problemas - inseguridad, burocracia,
sobornos, retrasos - a los que se enfrentan los transportistas que deben cruzar
Centroamérica. Todo ello aumenta las facturas de importadores y exportadores hasta
el punto de convertir a Centroamérica en una región tres veces más cara que las
zonas más desarrolladas del mundo para el transporte transfronterizo terrestre.
Supera incluso a las zonas empobrecidas de África, según un Informe del Banco
Mundial de 2013. Los precios de algunos bienes pueden aumentar hasta un 50 %
para el consumidor final por las circunstancias de estos viajes.
* * *
La escena ocurrió hace algunos meses, pero puede suceder en
cualquier momento actual en cualquiera de los puestos fronterizos de
Centroamérica, escenarios de burocracia, tardanza y peligros que elevan los
costos de comerciar dentro de los seis países de esta región que en suma no
llega al tamaño de España. Aquí van los camiones recorriendo el istmo a una
promedio de velocidad de 16 kilómetros por hora por carreteras no siempre
aptas, en medio de cuerpos policiales que facilitan el camino si reciben algo de
dinero.
Y que no se haga de noche. Las empresas transportistas han
decidido reducir al mínimo movilizarse de noche para evitar los asaltos. No es
raro ver vehículos al atardecer a toda velocidad para llegar a los
aparcamientos fronterizos antes de que la oscuridad saque a la calzada los
peligros para los choferes y para las millonarias mercaderías que van de norte
a sur y de sur a norte, evidencia de un comercio intrarregional que crece un 13
% cada año después del 2003 a 2012, de acuerdo con el centro Solución Integrada
del Comercio Internacional (WITS, en inglés).
Productos manufacturados y agroalimentarios son las mercancías más
comunes que transitan a lo largo de los casi 1.500 kilómetros desde Panamá
hasta Guatemala, pasando por Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y, en
pocas ocasiones, Belice.
No hay puestos fronterizos que se salven de los reclamos de los
transportistas. En medio de las ventas de frutas y tortillas, los cambistas
(cada país tiene su propia moneda) y los pillos de turno, los ‘tramitadores’
son los reyes de la escena. Al más astuto de ellos, en El Amatillo, le dicen
‘Mano negra’. Se saben cada esquina de los trámites y conocen por nombre al
funcionario de cada ventanilla; tienen claro a quien pedir ayuda para acortar
las esperas y cómo solucionarlo. “Deme 200 lempiras (10 dólares) que me está
cobrando la mujer que pone los sellos”, dijo otro de los tramitadores a los
transportistas registrados en un diario de viaje publicado en el diario La Nación, de
San José.
En las paredes de las ventanillas hay afiches que piden a los
usuarios no pagar sobornos. Dicho fácil, piden someterse con paciencia a las
horas que sean necesarias para poder cruzar. Cada minuto es dinero. Cada
“ahorita vuelvo” va subiendo la factura de los exportadores e importadores
hasta el punto de convertir a Centroamérica en una región tres veces más cara
que las zonas más desarrolladas del mundo, para el transporte transfronterizo
terrestre. Supera también a las zonas empobrecidas de África, según un informe del Banco Mundial presentado a los
gobiernos en 2013 y
hecho público este jueves en San José.
Este informe pone en el papel las vivencias de más de 240 empresas
encuestadas sobre sus peripecias para cruzar el istmo. Se tarda en promedio 72
horas para ir de San José a Guatemala, se queja Marjorie Lizano, portavoz del
gremio de transportistas en Costa Rica. Ella critica el “doble discurso” de las
autoridades, que dicen estar reduciendo la inseguridad, mejorando la
infraestructura y trabajando decididamente en la armonización de normas
aduaneras.
Pero la realidad muestra otro mundo. Basta llegar en Guatemala a
Tecún Umán, primer puesto fronterizo de norte a sur en Centroamérica,
colindante con México. Un tramitador se comunica con otro en la frontera con El
Salvador, llamada La Hachadura, y reporta los sucesos de la última noche.
“Mataron a un camionero en Chiquimulillas”, informa antes de recomendar detener
los camiones en Mazatenango, a mitad de territorio guatemalteco. “Ahí esperen y
pasan la noche seguros”. A las cuatro de la tarde habrá que apagar los motores
de los camiones en un hotel cuya tarifa se irá colando entre los costos de la
logística de comercio, como tantos otros gastos del camino. Los precios de
algunos bienes pueden aumentar hasta un 50 % para el consumidor final por las
circunstancias de estos viajes, reporta el Banco Mundial.
Al llegar al puesto en El Salvador, habiendo “ayudado” a algunos
policías con dinero para evitar retrasos, los custodios armados ofrecen sus
servicios a ambos lados de la calle con la misma naturalidad de los vendedores
de tortillas o de frutas. Son muchachos flacos con uniforme y fusiles largos.
Sus patronos pueden cobrar hasta 100 dólares por subir a uno de estos
vigilantes en un camión desconocido, aunque la mayoría de unidades llevan
también sistemas de monitoreo satelitales. Si el transportista quiere una
escolta con tres guardaespaldas, la tarifa puede alcanzar los 1000 dólares,
pero irá seguro de que lo protegerán “si hay vergueo”, como contó uno de los
custodios.
De estas aduanas hablaban las autoridades europeas cuando
negociaban con Centroamérica y exigían la unión aduanera. Los países van
avanzando, pero a una velocidad casi tan lenta como las filas en La Hachadura
(El Salvador-Honduras). Ha faltado voluntad de los gobiernos, señaló esta
semana el director del Banco Mundial para Centroamérica, Felipe Jaramillo,
durante la presentación del informe.
Esta es la integración centroamericana vista desde los
transportistas, o desde los comerciantes que pagan los costos, si no es que los
transmiten a los consumidores finales de una región donde la mitad de la gente
vive en la pobreza, según el informe Estado de la Región. Esta también se
exhibe ante los ojos de los camioneros.
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